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Foto del escritorAyi Turzi

35 mdqfest: Inmortal



Inmortal es la última película de Fernando Spiner, uno de los directores contemporáneos más versátiles e interesantes de nuestro país. Ana (Belén Blanco) regresa a Argentina tras la muerte de su padre para realizar algunos papeleos y termina descubriendo que el hombre aún sigue ahí, en una especie de limbo construido artificialmente, bautizado "El leteo".


La vuelta de Ana a Buenos Aires y el modo en que nos dosifican la información al comienzo, sobre quién es, qué viene a hacer y los datos con cuentagotas que nos abren la puerta a lo fantástico, sobre qué pasó en verdad con su padre, garantizan que uno se enganche con la trama de entrada. Siempre es un gusto verla a Belén Blanco transitando mundos relacionados con la ciencia ficción (recordemos Z.U.G.A., de 2013), sabe manejar su cuerpo y sus expresiones de acuerdo a los vaivenes emocionales de su personaje, que va descubriendo un mundo nuevo a medida que avanza la trama.


La propuesta parte el mundo en dos: por un lado la Buenos Aires real, recorrida con drones y mostrada a través de espacios tan típicos, como bares o esos históricos edificios del centro, y algunos que se corren un poco de lo que vemos en cine, como un hotel venido a menos en Constitución. Esta heterogeneidad cambia por completo cuando Ana ingresa al Leteo: con apenas una corrección de color que vira la imagen al color amarillo, Spiner nos sumerge en un mundo diferente, que muestra espacios también reconocibles (el lugar de dónde los residentes no salen es justamente un bar), rescatando el carácter de ilusión, de espacio ficticio, de más allá.


Una vez que lo fantástico se apodera del relato, a medida que la trama avanza Ana va descubriendo más cosas sobre ese mundo y sobre su padre, porque el vínculo es más estrecho que lo que parecía al principio. Para reforzar esta relación, y ayudando mucho a que la trama no se agote, aparece un residente en particular, interpretado por Diego Velázquez, que se convierte en clave para la revelación de la verdad.


Ahora bien, todo lo que el relato construye desde el minuto cero, con las intenciones poco transparentes del Doctor Benedetti (Daniel Fanego) y el misterioso personaje de Isadora (Analia Couceyro) se desinfla un poco al llegar al final, no tanto por la intriga, sino por la parte visual. Sabemos que las condiciones de producción en Argentina no son ideales, y menos para el cine de género, pero esto no nos exime de mencionar que (al menos en mi caso, experiencia subjetiva como cualquier opinión) el bombardeo de efectos, justificados por la trama, termina dejando un sabor agridulce e incluso sacándote un poco de registro. La película necesita que todo explote, es innegable, pero el modo se sintió un poco...extraño.


No obstante, lo más destacable es el respeto al género y la intención de usar a la ciencia ficción como excusa para hablar de otras cosas desde una postura crítica: ¿Hasta dónde puede llegar la ciencia en la búsqueda de ser inmortal?

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