Muchas preguntas me han perturbado. Buscaba expresar el malestar profundo de estos últimos años. La pregunta sobre cómo seguir habitando un mundo que se ha vuelto extraño, que se ha llenado excesiva y súbitamente de ausencias, se extiende a varios territorios - Eliana Dieguez.
DISCLAIMER: Esto no es una reseña. Es un intento de nota de reflexión ABSOLUTAMENTE LLENA DE SPOILERS. Así que ya saben.
Avengers Endgame arranca desde una situación inédita. Los héroes, aquellos que a pesar de sus contradicciones y fisuras internas siempre velaron por la integridad de la humanidad (o creyeron hacerlo) están derrotados. Ha pasado un tiempo, cinco años, desde el exterminio de media humanidad. La herida por los ausentes sigue abierta, y se traduce en ellos en un dolor cuanto menos doble. De un lado la culpa y la responsabilidad de haber fallado a su deber, y del otro la imposibilidad del duelo. ¿Por qué decimos que el duelo es imposible? Por la ausencia de sepultura, de rito, de momento de despedida. Aquellos eliminados con el chasquido de Thanos se desmaterializaron, se volvieron polvo que se esparció al azar. La diferencia con esparcir las cenizas de un cuerpo cremado en un lugar determinado es justamente la ceremonia. Recordarán el final de Infinity War: es imposible asimilar una pérdida con la rapidez en que los cuerpos se desvanecían. Pongámonos en la piel de cualquier sobreviviente, ajeno a la amenaza, que estaba en la facultad, en el trabajo o en la calle durante el chasquido. ¿Cómo nos sentiríamos si la gente al lado nuestro de pronto se convierte en polvo? Y lo peor, con una velocidad tal que ni siquiera podemos agarrar una partícula para de alguna manera asirnos a ellos unos segundos más. La falta de sepultura conlleva entonces un duelo que no acaba nunca, una ausencia que no queda en el pasado y se prolonga en el presente. Además de los simples mortales que se estaban comiendo una hamburguesa al momento del chasquido, podemos profundizar un poco en la problemática del duelo respecto a los Vengadores mismos.
Hay distintas maneras de intentar procesar el duelo, acordes a la personalidad de cada uno. Es inevitable (creo) al leer la oración anterior recordar a un Clint Barton devenido en Ronin, canalizando su ira en violencia física (al margen, el momento en que se queda solo en medio de un día de campo familiar es desgarrador). Un Hulk/Banner intentando combinar sus dos mitades, como si pudiera renacer de él mismo, devenir en un nuevo ser que no haya atravesado la tragedia y por ende, no necesite procesar una pérdida… Quizás el refundarse le permita sobrellevar el duelo derivado del chasquido pero parece ser que estos procesos son inevitables: probablemente por su afinidad es quien más sufra la ¿muerte? de Natasha. El sacrificio que ella realiza incluye una incertidumbre que es incompatible con cerrar la herida que genera. No sabemos qué sucede con las almas que son intercambiadas por la gema del alma, si realmente han muerto o están en alguna otra dimensión. ¿Se deja de llorar en algún momento a un muerto que no sabemos si lo está? Steve Rogers (#teamcapi) atraviesa su propio duelo de un modo quizás heroico, ayudando a otros a superarlo. Y digo quizás heroico porque ayudar a otras personas no significa que él haya podido lidiar con el propio. Y Tony Stark… recluido sobre sí mismo, refugiado en su familia y lo más lejos de todo que puede, intentando construir una nueva vida aun sabiendo que cualquier construcción sobre una herida abierta tambalea. Mintiéndose, generando una sustitución simbólica sobre lo perdido, que se opone de modo tajante a los modos de Natasha, que vive el dolor de modo cotidiano y parece aferrarse a él, a tal punto de considerar el sacrificio propio como su mejor opción. Su vacío no tiene posibilidad de compensación, es una pérdida a secas, está estancada en un punto que no le permite avanzar. Thor, que venía golpeado por sus pérdidas familiares y la caída de Asgard, se refugia en lo más profano que puede encontrar, reduciéndose casi a una animalidad opuesta por completo a su origen divino: la comida y la bebida, con las consecuencias que esto tiene en su cuerpo, cuerpo del que (creo) querría desprenderse si pudiera.
Así están todos, compartiendo un sentimiento y manifestándolo de diferentes maneras, con expectativas y destinos variados. Pero no olvidemos que son héroes y, como tales, se encuentran a mitad de su camino. Según los recorridos clásicos, es necesaria una primer derrota para llegar a la victoria definitiva. Y lo curioso (o quizás lo magistralmente orquestado) es que la pieza clave para retomar el camino es Ant-Man, un Scott Lang que ha recibido un duelo en vano. En referencia a Lang, es cuanto menos merecedora de mención la secuencia en la que se encuentra con los monolitos con los nombres de los caídos. Enormes estructuras verticales con los nombres tallados, verticalidades opuestas a la horizontalidad del “aquí yace”, yacer que implica la presencia de un cuerpo. Cuerpos que, de nuevo, no están ahí.
El mismo Thanos reconoce en un momento que contaba con que los sobrevivientes puedan reponerse y hacer del mundo un lugar mejor. No tuvo en cuenta que la herida no podría cicatrizar. Es Antígona queriendo enterrar a Polinices multiplicada por millones. Son los vestigios de un hecho traumático que marcan a una sociedad sobreviviente en su totalidad. El duelo no es solo porque un allegado o un ser vivo haya fallecido: implica que esa ausencia se lleva, por decirlo de alguna manera, parte de uno mismo. En su afán por depurar el mundo, Thanos se llevó más del cincuenta por ciento.
Revertido el chasquido y regresados los desaparecidos, el duelo de los personajes desaparece. Pero nosotros, como espectadores, nos enfrentamos a la certeza de ciertas ausencias de cara al futuro. El dolor de “ya no estarán más” no pertenece a los rostros tanto anónimos como conocidos del mundo ficcional. El dolor es nuestro, y es ese, posiblemente, el hecho que convierte a Avengers Endgame en un hito histórico. Genera un sentimiento unívoco y compartido entre millones de personas a lo largo de todo el planeta, en tiempos donde la individualidad, el egoísmo y las fragmentaciones de todo tipo nos gobiernan.
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